lunes, 10 de noviembre de 2008

14-15 OCTUBRE: BOSNIA

Nada más llegar a Bosnia, en el primer pueblo montados en el autobus, todo ya se ve diferente. Los coches ya no son tan nuevos como en Croacia. Ya son coches y no cochazos. La gente ya no viste tan fashion, con todo conjuntado y a la última. La pobreza se percibe también en los edificios, que ofrecen ya en su fachada la herencia de la guerra, con sus paredes llenas de agujeros.

Y que tenía yo ganas de ir a Bosnia, ya que a estos ciudadanos, a priori, les tenía un cariño especial, porque fue el pueblo que más sufrió con la guerra de los Balcanes en el 93.

La pobreza se percibe también en los edificios, que ofrecen ya en su fachada la herencia de la guerra con sus paredes llenas de agujeros.

Una vez llegados a Bosnia, las señales de la guerra son muy visibles. Los cementerios asoman por todos lados y los edificios agujereados son una constante en todas las calles.

La gente es muy amable y al contrario que en Croacia, todo es mucho más barato. Los bosnios se perciben como gente sencilla.


MOSTAR

Mostar tiene nada más llegar un encanto especial. Es una mezcla de piedra y agua, una combinación que no suele fallar y que dota al entorno de un encanto especial. Ver el stari most y cruzar el río a través de él, hace experimentar una extraña sensación de recuerdo. Este puente fue destgruido por los serbios en el 93 y es el que comunicaba las dos partes de la ciudad, en aquel tiempo divididas es dos bandos diferentes. El puente fue después reconstruido y es un símbolo más de cómo un pueblo intenta salir adelante y olvidar el horror vivido que dejó sobretodo vidas humanas y laderas pobladas de cementerios.

El río divide la ciudad en la parte cristiana y la parte musulmana. En la parte cristiana se pueden ver más edificios comunistas, altos, simétricos y con muchas ventanas. La parte musulmana es más de piedra, más montañosa y tiene una gran herencia turca.



SARAJEVO

El trayecto de Mostar a Sarajevo discurre a lo largo del curso del río Neretva y sus distintos afluentes. Es un camino donde la naturaleza te invita a observar sin cesar. La altura, ya más elevada, hacía a la vez qeu la temperatura bajara un poco, pero segúia siendo muy agradable y una sorpresa no esperada.

Los pueblos a la orilla de la carretera también mostraban los vestigios de la guerra en forma de edificos con agujeros y boquetes.

Y llego Sarajevo, que da la bienvenida con un gran cementerio y grandes avenidas con edificios de hormigón y decenas de ventanas. Es quizás, la parte donde la guerra del 93 dejó más rastro a su paso. Pero el centro tiene un encanto especial. Calles muy transitadas con cientos de jóvenes callejeando, como cualquier ciudad cosmopolita.

Un poco más adentro, aparece la Bascarsija o barrio turco, con tiendas de venta de recuerdos, zapatos, gafas, complementos, souvenirs.., etc., que hacen trasladarse a rincones de Turquía. La mezcla de iglesias y mezquitas (a primera vista casi en iguales proporciones) es impactante, sobre todo desde las partes altas de la ciudad. La convivencia entre ambas religiones también es ejemplar y es una muestra de vida en común.

Por la noche, un tren esperaba con destino a Zagreb, la capital de Croacia. El tren era cómodo y tenía la posibilidad de comprar un billete con cama... Y esa fué la opción para decir adiós a un país como Bosnia, que sorprende para bien nada más adentrarse en ella.




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